ИСТИНА |
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Las obras de ficción forman un grupo aparte dentro de la rica herencia literaria bilingüe de la emigración londiense (1823-1834) constituida en su mayor parte por los artículos periodísticos, ensayos, tratados y otros textos no ficcionales. Mientras tanto, las novelas históricas escritas en inglés por Llanos y Trueba-y-Cossío nos ofrecen un caso intermedio entre estos dos tipos de texto porque emplean los recursos de ficción para comunicar una cierta verdad histórica. Al mismo tiempo, es importante que tanto lo que se considera históricamente fiable como las mismas técnicas literarias existen en el espacio anglo-hispánico compartido, dominado por los esteriotipos, las implicaciones, las expectativas mutuas. Por tanto, la propuesta de la comunicación es analizar lo que yo llamaría la situación de «doble mediación cultural» con sus agentes correspondientes (autores y lectores) y sus herramientas discursivas (novelas). Por un lado, se trata de mediar los hechos históricos (eventos, costumbres, instituciones, prácticas etc.) a través de una intriga inventada con personajes ficticios. Por otro lado, se trata de lograr la posición de un mediador legítimo entre las dos culturas y convencer al público (que también es mixto e incluye los lectores ingleses y españoles) de la verdad de su discurso. Las fuentes primarias analizadas serán las novelas mismas (“Don Esteban”, “Sandoval”, “Gomez Arias”, “The Castilian”) con mayor atención a las declaraciones hechas en los prefacios y los artículos de los críticos ingleses y españoles, sobre todo la polémica entre Alcalá Galiano y Blanco White en torno al “Don Esteban”. Sigo las pautas marcadas por Lloréns (1954), García Castañeda (1978; 1991) y, más recientemente y en un contexto anglo-hispánico más amplio, por Alberich (2001), Moreno Alonso (2007), Múñoz Sempere (2008), Alonso García y Múñoz Sempere (2008) y otros investigadores. Lo que quisiera aportar al debate sobre las actividades literarias de los exiliados es invitar a ver en ellas algo más allá de una imitación bastante mediocre de Walter Scott. Los dos autores en cuestión, Llanos y Trueba, preocupados por “decir la verdad sobre España” a su público inglés, escogen estrategias diferentes cuando combinan realidad histórica y ficción para conseguir sus fines comunicativos – desde “la pura verdad” de las “Memorias de don Esteban” hasta el “romance” basado en el argumento calderoniano de “Gomez Arias”. Aunque las críticas contemporáneas dan testimonio suficiente para considerar las novelas como un fracaso literario, yo propongo mirar más de cerca los criterios por los que se juzga, los argumentos con los que se asalta y se defiende el valor estético y cognitivo de las obras, la relación entre las intenciones anunciadas y los resultados logrados por los autores. Si nos enfocamos en la obra no sólo como en un producto, sino también como en un episodio del proceso complejo del debate cultural, podremos ver como los exiliados españoles (en calidad de escritores y lectores) intentan a adoptarse al nuevo paradigma del historicismo romántico y aprenden a dominar una de sus herramientas más eficaces, la novela histórica – y que esto no se produce sin éxito.